Aquí vamos con la segunda entrada de este blog. Hoy toca recordar algo que viví hace casi un año y que pudo haberme costado la vida, pero que por suerte salió bien...
Cuando quiso darse cuenta, estaba en el medio de la carretera, sentada con las piernas encogidas. No lo había visto venir, miró a todos lados confusa sin saber lo que había pasado. Vio a su amigo que se acercaba a ella corriendo, a los conductores que poco a poco iban parando para ver cómo estaba. También vio al que la había atropellado, aquel que como luego le diría su amigo, le había hecho dar dos vueltas de campana en el aire y caer de cabeza al suelo.
Su amigo fue a llamar a una ambulancia, un conductor llamó a la policia. Ella estaba aun sentada en la carretera, confundida, en shock, con miedo a moverse por si tenía algo roto, por si no podía levantarse, pensando en la muerte. No fue consciente de cuándo llegó la policia, de cuándo llegó la ambulancia. Tampoco se enteró de cuando el camillero la subió a la parte de atrás, la sentó en la camilla y empezó a hacerle preguntas que ella contestaba automáticamente aunque ahora no recordaba cuales fueron.
Y al llegar al hospital, lo que ella más había temido siempre: una camilla esperándola, para luego dejarla en una de esas habitaciones, boxes como los llamaban. Enfermeros, su amigo al que dejaron entrar y que se acercó a ella preocupado, ella que no hacía más que llorar y llorar, que empezaba a sentir dolor en las piernas, en los brazos, en la espalda, en la cabeza. Rayos X, una silla de ruedas en la que ella no quiso quedarse sentada, salir al frío de la noche-frío que ella no notaba- agarrada de él, ese abrazo y esa cercanía que tuvieron, las gracias eternas por no haberla dejado sola, por estar junto a ella, por los abrazos.
El coche de policía que llega, una visita a comisaría, declaraciones y un montón de papeles que ella no lee porque no puede. Salir de comisaría y preguntarle si la acompaña a casa, y él que dice que sí. No solo la lleva al portal sino que la acompaña hasta arriba.
Y al llegar, explicaciones a unos padres preocupados, muchos llantos y mucho dolor que empezaba a aumentar. Hematomas que se forman rápidamente, un gran susto en el cuerpo y una experiencia que espera no volver a repetir.
Como suele decirse...en ocasiones la realidad supera a la ficción. Éste es uno de esos casos.
Pues sí, hace casi un año me atropelló un coche. Pudo haber sido peor, pero por suerte la única secuela que me ha quedado es la rodilla izquierda algo "tocada", con dolores y pinchazos ocasionales, sobre todo cuando hace frío. Pero lo que importa es que estoy aquí, luchando como siempre.
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